Hola Juan,

Me encanta que seas sincero, que incluso cuando te ves “tocado”, que no “hundido”, ¿eh? Eso nunca, sigas contándome tus cosas tal cual son. Hace tiempo que descubrí que es lo único que funciona frente a la realidad, ser sincero con uno mismo, darse cuenta de lo que nos ocurre, aunque nos parezca feo. Y lo mismo es así con los demás, a veces creemos que están lejos o que lo parecen, pero si sacamos la sinceridad como único idioma, si nos atrevemos a contar, incluso, las cosas se vuelven más claras a nuestro alrededor. ¿Y sabes por qué? Pues porque ahora todos estamos hablando de lo mismo, con nosotros mismos y con los demás. Si no hablamos, si no sabemos, si no contamos lo que realmente nos enturbia o protagoniza nuestra vida, para bien o para mal, vivimos ocultos y todo, todos se van alejando cada vez más a los ojos de nuestro corazón, porque ese corazón oculta la verdad.

Bueno, corazón…vaya rollo que te he echado. Ya sabes, yo tan filosófica como siempre. Gracias por contármelo, en resumen. Me alegra mucho saber de ti a mí también.

Mira, esa historia de la tristeza y del trabajo, no me han gustado mucho. Igual te está pasando algo feo y más importante de lo que crees. Por qué no me cuentas un poco más. La tristeza en sí no me preocupa tanto, porque hay rachas en la vida y es una emoción más, muy respetable, aunque mal vista hoy en día, es cierto. Pero eso es un error. La tristeza, como todas las emociones, nos informa de que algo pasa en nosotros. Es una señal, una advertencia y también algo a lo que tenemos derecho.

Pero lo del trabajo huele raro…, qué te pasa allí. ¿Qué es eso que te pasa? A nadie le encanta trabajar ¿pero que te parezca que estás haciendo algo mal?

Venga, cuenta que aquí me tienes, como siempre.

Un besote grande,

María.