Los encontré  en el bajo, como en una isla rodeada por un verde mar,  allí estaban, disimuladamente seguían creciendo, uno recostado al otro, como si nada hubiese pasado. Con los pies bien en la tierra,  se dirigían majestuosamente en diferentes direcciones, uno más grueso que el otro, los unía el compromiso de existir

Allá en lo alto se entrelazaban y se apoyaban mutuamente, como la mano en un hombro, uno más alto que el otro, como un hermano mayor, allí vivían, en ocasiones, silenciosamente crujiendo.

Me pareció que nada ni nadie los distraía, simplemente permanecían, como en un culto de  reverencias, uno inclinado al otro, como  en una amistad.

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