BLOG-AVA » Acoso moral http://ava.anamib.com Ayuda Virtual de ANAMIB Fri, 09 Jan 2015 12:17:02 +0000 es-ES hourly 1 http://wordpress.org/?v=4.1 Que sea Dios quien perdone http://ava.anamib.com/536/ http://ava.anamib.com/536/#comments Sun, 31 Aug 2014 21:39:10 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=536 Hace años, no muchos, decidí escribir un libro sobre mobbing. En aquel tiempo ni se sabía, ni se hablaba tanto de  este problema. Pocos  casos salían a la luz y encontrar ayuda era una tarea ardua y de escasos resultados. Pensé que este libro sería además, una buena manera de resarcirme ya que me permitiría ayudar a otras víctimas. Quería un libro que relatase experiencias reales que hicieran visible lo invisible. El libro no salió adelante y hace unos días haciendo limpieza en mis cajones, encontré la entrevista con la que comenzaba el libro. Olvidado ya el proyecto literario pensé que lo mejor era rescatarla de las tinieblas del cajón y que recibiera la luz de este blog.

Se trataba de Manuel que ejercía como ingeniero en una empresa dedicada a la investigación y desarrollo en el sector de la automoción. Estaba en los cuarenta años. Un número  que para muchos y muchas marca un antes y un después en nuestras vidas. Hay a quien los cuarenta le supone un altillo desde el que contemplar nuestro bagaje y el camino que nos queda por recorrer.

¿Cómo definiría yo el mobbing? Me contesta con otra pregunta. ¡¡ Ufff!., tiene las piernas cruzadas y se balancea ligeramente  apoyándose en su silla giratoria. Estoy sentada frente a él. Está nervioso o eso me parece. He comenzado la entrevista hablando  de cosas mundanas para que el ambiente se distienda y el alma pueda confesarse, sin temor a ser juzgada. Estamos solos. He puesto la grabadora a funcionar sobre la mesa que nos separa.  Detiene su balanceo para agachar la cabeza y juguetear con los cordones del zapato. Se demora en su respuesta porque para él no es fácil encontrar  las palabras con las que definir la violencia brutal que durante un tiempo, para él interminable, le arrebató su vida. Sabe que ellas, las exactas, son imprescindibles para que la grabadora pueda recomponer tal cual su vivencia y que los demás, desde fuera, la puedan visualizar como si de una película se tratase y alcancen así a comprender en toda su amplitud la peor, con mucho, de sus experiencias vitales.

Tiene la imperiosa necesidad que nada quede en el aire, con dudas que pongan en entredicho su credibilidad. Tiene miedo a no poder dibujar con sus palabras, ahora tan valiosas, su historia.

Lo definiría como un infierno, responde al fin, con la mirada ahora puesta en mis ojos. ¿Qué recuerdo?…. El trato ofensivo, la impotencia para defenderte pero sobre todo el vacío. No poder contar con nadie, ni para tomar ese café,  es duro. Luego están las tensiones en casa o con los amigos que incluso al final acaban por alejarse porque eres insufrible. Cambias y nadie lo entiende.

Recuerdo las interminables  noches sin dormir preguntando ¿Qué he hecho mal? ¿Cómo puedo resolverlo? Ideando mil maneras de reconciliación, primero, de justificarlo todo como un mal entendido y después de buscar salidas. Pero no puedes hacer nada porque la decisión ya está tomada. La tomaron ellos o ellas y ya no hay vuelta de hoja. Eres el objetivo… Un objetivo desarmado, frente a un ejército bien organizado. Luchaba por mantenerme en pie cuando estaba malherido.

Recuerdo lo dulce que me sabían las tardes de los viernes y el pánico que me producían las tardes de los domingos. El miedo a volver,  me abocaba a una  soledad en la  que nadie ni nada tenía cabida.

Recuerdo la tensión con la que acudía al médico a recoger el parte de baja semanal, temiendo que en cualquier momento me extendiera el alta y tuviese que reincorporarme a la empresa. Recuerdo la impresión de ser interrogado por la Inspección Médica, estar bajo sospecha de ser un falso enfermo, un embaucador que suponía un alto coste al Estado. El alma no sale en las radiografías.

Recuerdo el sufrimiento de mi mujer, atenta a cada uno de mis pasos, de mis  movimientos,  de mis gestos temiéndose lo peor.

Recuerdo un continuo dolor en el pecho, la tristeza,  el llanto irreprimible  de un niño ya adulto que no debe llorar. Recuerdo la vergüenza de mis manos siempre temblorosas ante la mirada de los ajenos. Recuerdo como la locura me cercaba.

Recuerdo los largos paseos mecánicos con mi padre que luchaba por  rescatarme del pozo y devolverme a la vida.  Ya entonces había enmudecido.  La angustia me estrangulaba e impedía las palabras.

¿Cómo y cuándo empezó? En el principio del fin, como se suele decir. Era el becario. En mi último día  el director general, me llamó a su despacho. Me dijo que tenía muy buenas referencias sobre mi trabajo en la empresa.  Me felicitó. Era un hombre escueto, pero, de vez en cuando esbozaba una sonrisa. No se dejaba ver muy a menudo. Todo el mundo hablaba del director general y en todo el año que había estado prestando mis servicios solamente lo había visto una vez. Era una táctica. El ojo de Dios que todo lo ve. El caso es que me ofreció trabajar allí. Vamos, que cuando acabara con mi plan de formación tenía un puesto esperando por mí.  Más sonrisas, más alabanzas, un apretón de manos y… Seis meses después estaba fijo en plantilla.

¡Quién lo iba pensar!  Aquel contrato que llevaba una  ilusionada firma no era más que mi condena al sufrimiento. ¿Las causas?… En aquella empresa por miedo o por lo que fuese,  nadie se atrevía a exigir nada y yo exigí lo que me correspondía  por derecho, ni más ni menos, no estaba dispuesto a que me explotasen. Pero, ¿Qué  pasaría si la empresa cedía? Esto podía dar pie a que  el resto de la plantilla siguiese mi ejemplo. Se necesitaba un castigo ejemplarizante.

Era mucho el tiempo dedicado a la empresa. Apenas tenía vida social y la que tenía se reducía a los sábados en el supermercado y a los domingos en casa de mis padres o de mis suegros. A la mía, sólo iba a dormir y las veces que iba a comer, eran contadas. Pero no me preocupaba. A pesar de todo estaba ilusionado. Era joven y ambicionaba ejercer mi profesión con éxito. Disfrutaba con cada logro. Dos años después de entrar a trabajar en la empresa me casé con Lucía, mi novia de toda la vida.  Estábamos eufóricos. Aquél era el momento…

Fue cuando nació  María cuando todo empezó a cambiar para mí. Su llegada sacudió los cimientos de mi vida. No me la podía sacar de la cabeza. Estaba ensimismado e ilusionado y empecé a hacer planes.  No me quería perder  lo que ya me ofrecía aquel pequeño ser, nada más salir del vientre de su madre y asomar su cabeza a la vida.  Me planteé pedir el permiso de paternidad de antemano. Sabía que era imposible pero aún así lo solicité y después de mucho pelear lo conseguí.

A partir de aquí  lo primero que hice fue reivindicar un  horario de trabajo. No estaba dispuesto a seguir con aquellas jornadas interminables. Me daba igual si el trabajo se terminaba o no. Me planté: Si queréis que el trabajo salga adelante, es  hora de que se contrate más personal y se reparta la carga de trabajo… También quería mis vacaciones en tiempo y forma… ¡Pobre de mí! Porque a partir de aquí  la empresa  tomó sus medidas.

Me mandó al infierno… Lo que continúa es fácil de imaginar. Sólo el tiempo y la mirada de mi hija me reconfortan y en cierto modo me ha permitido olvidar y como decía mi padre, que sea Dios quien perdone.

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Tabula rasa http://ava.anamib.com/tabula-rasa/ http://ava.anamib.com/tabula-rasa/#comments Tue, 10 Jan 2012 18:50:11 +0000 http://ava.anamib.com/?p=767 En el proceso de violencia que sufrimos las victimas de acoso, muchos de nosotros no sabemos expresar o cuantificar el dolor, nos cuesta por sobre todo hablar de ello. Escribir sobre lo que a uno le pasa, ha sido en muchos casos la forma de poder canalizar el sufrimiento, no obstante ello, muchos de nosotros, dentro de los que me incluyo, quedamos bloqueados muchas veces incapaces de enfrentar nuevas situaciones. Cuando me pongo a reflexionar de forma introspectiva, trato a través del razonamiento buscar cada uno de los motivos que en el presente me limitan para seguir adelante.

En esa búsqueda profunda del por qué de cada cosa, cae uno en la cuenta que la herida vital más importante que lleva el afectado, es la desestructuración de su mundo interior, todo aquello que hacía su personalidad, sus valores, creencias etc. En definitiva el sujeto queda como una tabula rasa sobre la cual hay que nuevamente escribir.

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Cartas en la noche http://ava.anamib.com/cartas-en-la-noche-4/ http://ava.anamib.com/cartas-en-la-noche-4/#comments Mon, 31 Oct 2011 18:13:46 +0000 http://ava.anamib.com/?p=734

Hola María:

De nuevo te escribo, y hace ya tiempo que quedé en hacerlo, pero como casi todo se me quedó atrás, como las demás cosas, incluso  como las personas que pasan a mi lado sin verme… a veces pienso si estaré simplemente dejando de existir; si todo esto no será nada más que el paso al otro lado y si soy yo el único en percibir este viaje sin retorno.

Ayer volví a verte por Internet, en el Chat, ya no tengo más vida que la virtual, las pocas relaciones que me quedan son sólo virtuales, ni siquiera sé si se llaman como me dicen que se llaman, si son quienes dicen ser, y lo peor de todo es que me da igual. Es tal la necesidad de contacto y tan escasa la calidad que necesito que con un simple “buenos días” o un “hasta luego” ya me sirve. No busco más que haya alguien que todavía se percate de que aún sigo aquí, puede que contra pronostico, pero de momento, y siendo yo te aseguro el primer sorprendido, sigo aquí.

Gracias por estar ahí como siempre y por hacer posible que me pueda dirigir a alguien, por ser mi asidero terrenal. Si algún día dejas de verme, de sentirme o de acordarte de mi, simplemente haz como los demás, como si no me vieras. Lo aceptaré como he aceptado la invisibilidad para todos los demás, como un insoslayable capítulo de mi vida,

¡quién sabe si el epílogo!

Un beso enorme.

Juan.

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El hormiguero http://ava.anamib.com/el-hormiguero/ http://ava.anamib.com/el-hormiguero/#comments Sun, 21 Aug 2011 09:16:23 +0000 http://ava.anamib.com/?p=691

 

Luego de haber soportado diferentes instancias de acoso a los cuales acompañó distintos sumarios e investigaciones administrativas, fui erradicado de mi lugar de trabajo y trasladado a un nuevo destino.

Pese a que la investigación administrativa había determinado que era el único funcionario al que  no correspondía  sanción, se hacía ver todo el acoso, como un conflicto entre mi persona y las autoridades responsables del mismo.

De la misma forma que para mi se ordenaba –por razones de mejor servicio-el traslado, también consideraba la misma situación para la otra parte a las cuales le cabía, por cierto sanciones disciplinarias.

Nada de esto se cumplió y por el contrario el único trasladado fui yo, a lo que siguió la quita de las sanciones a los responsables, en lo que fue una clara demostración de abuso de poder

Una vez dispuesto mi traslado, comencé a viajar a mi nuevo destino, un establecimiento rural distante a más de cien kilómetros de Maldonado, lugar donde resido.

Sin tener idea de donde quedaba ese sitió,ni que me esperaba, tomé el ómnibus y me dirigí allí, en una mezcla ambigua de depresión y expectativa, simplemente por el hecho de que volvía a trabajar.

Luego de caminar muchos kilómetros llegué al sitio, un viejo establecimiento ruinoso a donde se dedicaban a la cría de ganado.

Allí me esperaba un señor que caminaba dificultosamente con una muleta, lo que siguió después fue mostrarme el lugar donde yo debía de permanecer, una especie de galpón abandonado, con piso de tierra y acopio de insumos de campo.

En ese lugar oscuro, tapeado con chapas debía quedarme, según sus órdenes. Atravesando el techado había palos y cuerdas destinadas a las tareas propias del lugar.

Por un momento pasó por  mi cabeza la idea de terminar mis días allí, no se que fue lo que me hizo cambiar de parecer, talvez el simple hecho de no pensar tanto mi y si pensar en las personas que me quieren.

En definitiva, pude salvar ese momento y me negué a permanecer en ese lugar, por lo tanto en los meses que siguió yo pasé a estar a la intemperie, con frió o calor, hasta que una Inspección General de Trabajo y Seguridad Social, intimó al Consejo de Educación a sacarme de ese lugar.

Cada vez que emprendía el viaje hacia ese destino tenía que levantarme de madrugada próximo a las cuatro de la mañana para luego arribar  a eso de las siete de la mañana.

Durante ese tiempo incierto, cada vez que subía al ómnibus y me ubicaba en el asiento comenzaba la depresión, que se disipaba en ocasiones, cada vez que la realidad se apoderaba de mis actos.

Una vez que llegaba a la ruta, yo debía de caminar varios kilómetros  hasta ese lugar, en el cual, no me esperaba nada, nada más que la soledad y el asilamiento

En ese trayecto, como señal de reacción, siempre pateaba un hormiguero, que se encontraba a la orilla del camino.

Era un acto reflejo inconciente, que hacia cada vez que llegaba allí, un acto desesperado de angustia y dolor, por cierto inentendible para aquellas hormigas que de tanto en tanto veían caer su esfuerzo.

Fue un día, aquel que casi por arte de  magia se agudizó mis sentidos y comencé a contemplar el hermoso paisaje que me rodeaba, el sonido del viento y el silencio del monte.

Desde ese momento cambiaron muchas cosas en mi vida, una de ellas fue mi actitud ante la vida y las circunstancias allí presente.

Ahora cada vez que llegaba trataba de comprender que la vida no podía ser todo lo malo que me sucedía, que debía de haber otras cosas, que planteada así, la vida, era un sin sentido.

En ese lugar descubrí que podía escribir, que podía transformar el dolor en prosas, la desesperación en poemas, la esperanza en relatos.

Una vez que dejé en paz a las hormigas, pude observar que su hormiguero era siempre el mismo, la misma forma y el mismo tamaño, las hormigas contruian hasta donde sabían, hasta donde su inteligencia les permitía llegar.

Por un momento comprendí, cuantas cosas en nuestras vidas hacíamos como ellas, desde entonces trato de no parecérmeles.

 

José Maria Cano

 

Maldonado, 20 de agosto de 2011.

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La princesa presa http://ava.anamib.com/la-princesa-presa/ http://ava.anamib.com/la-princesa-presa/#comments Tue, 01 Feb 2011 18:18:43 +0000 http://ava.anamib.com/?p=625

Por Mariona Gabarra Cortés

http://marionagabarra.blogspot.com

El Ave Fénix, conocido como “Pájaro de Fuego” se parece en forma y tamaño a un águila. Se dice que muere cada 500 años para luego renacer en toda su gloria. Se dice también que sus lágrimas son curativas.
He aquí su leyenda:
Érase una vez una princesa que vivía encerrada en un faro. El faro era el más alto del mundo, y estaba en el pico más alto de la montaña más alta, casi tocando el cielo.
Lunática, la princesa de nuestro cuento, se quedó sola cuando era muy pequeña, tan pequeña que tan sólo recordaba a sus padres por una fotografía que guardaba bajo su almohada de esparto. Como era incapaz de salir de aquel faro, se acostumbró a dormir sobre ella…
Pero sigamos con su historia.
Lunática vivía con el viejo Guardián del Faro, al que no pondremos nombre para no darle más importancia de la que se merece. Un hombre cubierto de maldad de abajo a arriba. Muy viejo, porque en el pueblo no se recordaba un guardián anterior a él. El miedo del viejo a quedarse sólo hacía que la tratara muy mal, hasta el punto de llegar a convencerla poco a poco de que no valía nada, que no era nadie y que jamás conseguiría hacer nada en su vida.


El viejo siempre decía que los padres de Lunática la abandonaron cuando era un bebé en aquel faro, y que ella debía estarle agradecida por cuidarla cuando nadie más lo hizo. Pero todos sabemos que cuando alguien hace algo por ti de corazón, no pretende que se lo agradezcas, sino que lo disfrutes…
Nuestra princesa estaba a punto de cumplir 16 años, edad en la que pasaría a ser la esposa del Guardián. Ella lo asumió sin protestar ya que sabía que, si no salía de aquel faro, jamás conocería el amor más allá de lo que le proponía el viejo… y ella era incapaz de salir de allí. ¡Sufría de vértigo! O, al menos, eso le dijo el malvado Guardián. Le contó que sus padres la dejaron en aquel faro por eso, porque sabían que jamás sería capaz de salir a buscarles. Se decía por el pueblo que ella era la hija de los Reyes de Altiria, una hija tan esperada que, al nacer, tantas eran las ansias de su madre por tenerla entre los brazos, que al cogerla, la niña cayó al suelo y, desde entonces, sufría el mal de las alturas… que por eso la abandonaron, porque era demasiado débil para ser princesa.
La Princesa pasaba las horas leyendo cuentos de princesas y príncipes. Y soñaba con que algún día, un príncipe azul vendría a rescatarla.
Una tarde, mientras Lunática limpiaba un espejo del recibidor del faro comenzó a sentir que alguien la miraba. Se fijó con detenimiento… desde tan lejos no podía reconocer las facciones de quien la observaba, pero ¡era azul! ¡Y tan sólo los príncipes son azules! Tenía que ver a ese príncipe. Tan sólo tenía que encontrar el valor suficiente para subir las escaleras del faro, algo que se volvía un mundo para alguien que sufría de vértigo… El primer escalón fue el más difícil de superar. ¿Nunca has sentido algo parecido? Estás al borde de un barranco y quieres saltar al mar, como han hecho los demás. ¡Pero te da miedo! Es un miedo normal, tan sólo un subidón de adrenalina que se puede disfrutar… sabes que cuando des ese paso ya no habrá vuelta atrás y eso lo hace más emocionante. Entonces, cuando estás decidido y nada puede pararte, cuando sacas agallas suficientes para dar ese paso, ese único paso… ¡saltas! Y es en ese justo instante cuando tu miedo llega al nivel más alto, justo cuando estás en el aire y sabes que ya está hecho.
Lunática subió aquel escalón. El resto no podrían con ella si no lo hizo el primero. Así que siguió subiendo… Pero nos olvidamos de que hay algo más poderoso que el miedo, algo que es capaz de paralizarte en un segundo, de atarte el alma con la soga cruel… la falta de confianza en uno mismo. Tan sólo cuatro palabras bastaron para que Lunática quedara congelada en el séptimo escalón: “Sabes que no puedes”. El Viejo Guardián entraba por la puerta. La Princesa salió corriendo a su habitación, y allí pasó los días llorando, convencida de que, como decía el Guardián, no podía hacerlo. Dicen que cuando nacemos tenemos un número de lágrimas contadas para utilizar en nuestra vida… Lunática debió gastarlas todas durante los siguientes días en que intentó subir ese tramo de escaleras que la llevaría a ser libre. Cuando consiguió recuperarse siguió leyendo y fantaseando con su mundo de princesas, ese que le estaba predestinado pero al que no la permitieron pertenecer. Y como cada uno nace con un fin, una meta, y la de Lunática era la de convertirse en princesa del reino más alto del mundo, un día, empujada por lo que se suele llamar “destino” sin pensarlo dos veces salió de su habitación y subió corriendo a lo alto del faro.
Lunática miró hacia todas partes, pero su príncipe no estaba. Trató de echar un vistazo al pueblo que tenía bajo sus pies pero empezó a marearse y trató de volver a entrar al faro. La puerta estaba cerraba. El viejo Guardián se encontraba al otro lado del cristal y le dijo: “Permanecerás ahí hasta el día de nuestra boda. Ya te advertí que no podías estar ahí fuera”. Lunática, muerta de miedo, comenzó a llorar, pero de sus ojos ya no brotaban lágrimas, las había gastado. Se hizo de noche y el viejo Guardián le subió un mendrugo de pan, agua, y una manta. Allí pasó la noche. Pretendía darle una lección para así quitarle las pocas fuerzas que la quedaban quitándole también aquello a lo que todos tenemos derecho. Quería que creyera que jamás dejaría de depender de él.
A la mañana siguiente un canto que jamás había escuchado la despertó. Mientras conseguía adaptar la vista cegada por el amanecer comenzó a ver esa figura de color azul que descubrió mientras limpiaba el espejo. ¡Era un pájaro! Un raro pájaro con una larga cola llena de plumas de colores y rodeado como de un aura azulada. ¡Y era enorme! Razón más que suficiente para confundirle con un príncipe azul…
El pájaro le preguntó porqué estaba ahí arriba y ella le contó su historia. El pájaro rió al saber que aquella muchacha le había confundido con su príncipe azul. “Se nota que no sabes cómo es el mundo de ahí fuera”, le dijo a Lunática. “Ahí fuera los príncipes ya no existen, ni los cuentos, ni la magia”. A lo que Lunática le respondió “Eso es algo que no creeré hasta verlo con mis propios ojos”. El pájaro volvió a reír y le preguntó si de veras quería verlo. Ella afirmó. “Súbete encima de mí y volaremos por todo el mundo”. Ella aterrorizada le dijo que ¡no podía! ¡Sufría de vértigo! El pájaro la contestó:
“El vértigo no es más que el miedo a estar lejos del suelo, y a veces eso en la vida resulta agradable.”
Y decidió darle tres días y tres noches para pensarlo y tomar una decisión en firme. ¡Justo los días que faltaban para formalizar su matrimonio! Nuestra princesa pasó los tres días tratando de asomarse y mirar abajo, pero no pudo, con lo cual pensó que sería mucho más imposible volar para ella. Pero eso de que ya no había príncipes en su mundo… tenía que verlo para creerlo.
Al amanecer del tercer día apareció el ave de nuevo. Lunática le dijo según llegó “sí, quiero ver el mundo”.
Lunática subió al lomo de su amigo el pájaro y juntos se fueron a recorrer el mundo. Pudo sentir el viento en su cara, la lluvia salpicándola, el calor abrasador del sol, las personas, animales, plantas… todo lo que constituía aquel mundo que ella no conocía. El tercer día, por la noche, el pájaro la dejó en lo alto del faro y la preguntó “¿ves como el mundo no es lo que creías?” y ella le contestó “no, es mucho mejor de lo que imaginaba. Los que sois libres no sois capaces de valorar lo que tenéis. No hay príncipes, pero hay buenas personas que se sacrifican por los otros. No hay magia, pero qué es más mágico que los sentimientos que se comparten en ese mundo. No hay cuentos, pero cada uno tiene su historia, diferente, única, ¿acaso eso no son cuentos?” El pájaro dijo “recuerda: si quieres seguir disfrutando de este maravilloso mundo, tan sólo tendrás que saltar. No es un salto al vacío, no es un salto real del que desiste, es un salto interior hacia ti misma, hacia la creencia de que puedes ser distinta a cómo te han hecho creer que eres… y si te paras a pensar, recordarás que un día fuiste justo como ahora deseas ser. Lo llevas dentro, eres como tú te sueñas, no como los demás te hacen creer.”
Y se marchó. Lunática encontró la puerta abierta. Bajó a su habitación con la intención de recoger sus cosas y salir de aquel faro a vivir en el mundo al que pertenecía, pero… eso no era lo que el destino le tenía preparado.
El viejo Guardián entró en su habitación lleno de ira ya que Lunática desapareció el día de su boda. La insultó hasta hacerla sentir insignificante, y al ver que no salían lágrimas de sus ojos se volvió loco porque pensaba que era una forma de insultarle. La cogió por el brazo y la arrastró a lo alto del faro. La asomó al acantilado y la dijo “¿Quieres vivir ahí de veras? Lunática, sacando la poca fuerza que le quedaba se soltó de sus manos y le contestó “Prefiero saltar y ser libre que toda una vida aquí encerrada”. Y saltó. La Princesa consiguió al fin dar su salto de fe.
Pero no, no habréis pensado en ningún momento que ese sería el final de nuestra princesa ¿verdad? Esto es un cuento. Cierto es que no se trata de un cuento de duendes felices que pasean saltando y cantando pero, jamás, ni tan siquiera en la realidad, se escribiría un final tan duro para una persona tan VALIENTE.
Cuando el viejo Guardián se asomó para divisar dónde había ido la joven, ¡no vio nada! Excepto un pájaro algo raro que se marchó volando. Era ella. La princesa había sido recompensada con una segunda vida en forma de ave, para poder cumplir la misión que en realidad le correspondía por nacimiento: Velar por su pueblo. Y lo haría así, desde las alturas, para poder vigilar cada rincón y ayudar a almas que, como la suya, necesitaban alguien que les guiase y que les enseñase a creer en sus posibilidades.
Cuando la Princesa se acercó al viejo Guardián, le miró a los ojos y comenzó a llorar. ¡Ella que había gastado todas sus lágrimas! Una de esas lágrimas tocó el pecho del viejo y de pronto, éste se arrodilló y empezó a suplicarla perdón como un niño pequeño. Las lágrimas de la Princesa habían curado el alma de aquel viejo. Y, desde aquel día, nuestra pequeña Princesa viaja por los cielos usando sus lágrimas de mejor manera que cuando era humana, curando almas y ayudando a quien lo necesita. Ella es un… “Pájaro de Fuego”.
Sus padres creyeron que era demasiado débil para reinar, el viejo Guardián pensó que era demasiado cobarde para salir del Faro, pero en el mismo instante en que ella creyó en sus posibilidades se convirtió en Princesa de los cielos, y desde donde estaba pudo ver todo su reino desde la mejor de todas las vistas.
Consiguió ser LIBRE.

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Anda http://ava.anamib.com/anda/ http://ava.anamib.com/anda/#comments Mon, 15 Nov 2010 19:09:00 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=550

– Si pudiera hablar con alguien le diría que he llegado al fondo, que no puedo más.

Siempre se puede más.

– Cuando alguien llega a hablar solo, como yo ahora, es que está solo, solo y  enfermo.

La soledad en su momento, puede ser una bendición, o es que no te has dado cuenta, no todo el mundo es capaz de estar solo consigo mismo. Tú sí.

– Lo mío no tiene mérito, no lo elegí, me han dejado solo, no he tenido oportunidad de escoger.

Te dejaron solo si, al principio, después tú mismo fuiste aislándote del resto.

– Sí, cuando ya tuve suficientes palos en los lomos, me fui, efectivamente, como perro apaleado, me fui solo a lamerme mis heridas.

Pon cada cosa en su sitio, a cada responsable en su lugar, tú, apaleado y todo, no eres ajeno a todo esto, tienes un papel, reconócelo, no te cierres a tu propia historia o acabarás con ella.

– No es fácil. Lo cerraría todo, daría carpetazo.

No puedes.

– ¿Cómo?

Que no puedes. No puedes porque nadie puede abandonar un trabajo vital, como el que tienes ahora entre manos, tienes que seguir, debes ponerte al tajo, meter riñones y voluntad,  seguir adelante.

– Y,  ¿dónde iré? Si no veo ningún camino, ninguna posibilidad, ninguna luz…

No importa, muévete, sal, entra, tú simplemente camina, eso es todo.

– Me pides algo tan difícil…

No. Simplemente anda. Nada más.

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Vivir sin ser http://ava.anamib.com/vivir-sin-ser/ http://ava.anamib.com/vivir-sin-ser/#comments Tue, 15 Jun 2010 22:05:10 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=485

Vacía, como de ausencia de aire,

tu vida es.

Doliente, como en el tiempo presente,

la herida es.

 

Hay lágrimas visibles que humedecen tu piel,

hay lágrimas que caen dentro, y que no se ven.

 

Valiente, porque construyes tus días,

con lo que quedó de tu ser.

Paciente, porque esperaste de otros,

lo que no pudo ser

 

Hay momentos en la vida, de plena felicidad,

hay mojones, que el tiempo construye, donde se respira paz.

 

Pájaro de alas rotas, no te quedes allí,

a curar tus heridas al sol.

Camúflate, con el color de los árboles,

mimetízate, con el sonido y el aire.

 

Vuélvete inalcanzable, que desapercibido, también se vive,

y cuando estés plenamente recuperado, échate a volar.

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Hacerse la idea http://ava.anamib.com/477/ http://ava.anamib.com/477/#comments Thu, 03 Jun 2010 19:30:29 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=477 Cuantas veces, cada uno de nosotros tuvo la necesidad encontrar las palabras justas y necesarias para explicar tanto sufrimiento. Cuantas veces hicimos un esfuerzo enorme en hacer sentir en aquellos conocidos y próximos también, el dolor de una experiencia intransferible. Y nos quedamos perplejos y atónitos al no ser comprendidos y volvimos a casa con la carga a cuestas de la frustración y la negación ha aceptar, que nuestras vidas, habían cambiado.

Vaya si cuesta aceptarlo, y entonces no hubo un momento en nuestras mentes para buscar la forma para  solucionar  todo esto, y a riesgo de salir heridos, insistimos con los nuestros, porque sentimos que ya, no nos quedó nada. Y no nos alcanzaron las formas para matar a nuestros enemigos y no bastó la indiferencia, tampoco faltó una madrugada en que el sueño se cortó y caímos en la cuenta de un hecho no entendido en su momento o de cuantas personas estaban implicadas.

Vaya por Dios, si que cuesta hacerse la idea, que aquellos amigos que antes eran, ya no lo serán, que fuimos dejando cada uno de estos años en  proyectos sin culminar , en tiempo sin disfrutar. Y nos volvimos pasatistas, pensando que alguien va a tocar a nuestras puerta y nos dirá… tiene usted razón. Y nos volvimos desconfiados, hasta de nosotros mismos, y entonces quedamos presos del dolor

Tampoco faltaron los momentos en que pensamos como serían las cosas si no hubiese pasado lo que sucedió, hasta que nuevamente fuimos absorbidos por el inexorable paso del tiempo, entonces el abismo se hizo cada vez más profundo y nos faltaron palabras para explicar, lo inexplicable.

Luego el cansancio nos agobió, el profundo cansancio de haber soportado tanto. Verdad que sí, que cuesta mucho hacerse la idea, aunque esta sea para hacer un cambio.

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En la piel http://ava.anamib.com/en-la-piel/ http://ava.anamib.com/en-la-piel/#comments Mon, 24 May 2010 19:50:14 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=463 Ese día era sábado, no había que ir a la escuela, por lo tanto, no había nada para hacer. A media mañana su padre lo llamó diciendo… Cristian, es hora de levantarse.

Medio dormido y medio despierto giró su cuerpo de un lado a otro se abrazó a la almohada y esperó.

En otro lado de la casa, su madre trajinaba entre los quehaceres de la cocina, mientras ponía  a lavar, ropa atrasada de la semana.

Se sintió un ruido, al fin se levanto y enfiló hacia el baño, y tras unos minutos se sentó a desayunar

Sus labios apenas humedecieron la taza, un leve mordisco a la malteada y de tanto en tanto, espiaba por la ventana.

De repente ya no estaba allí, se hallaba en frente, con sus amigos de siempre. Luego su madre exclamó ¡ ese niño no come nada! Y llegó el almuerzo y con él, la tarde y volvió a jugar y al pasar las horas, fue recuperando el alma.

Al otro día, las mismas cosas, para una diferente jornada y esperó los momentos más felices, los que en su dieta no estaban, y nuevamente su madre exclamó ¡ese niño no come nada!

Y se fue a jugar, al football, a las cinchadas. Por la tarde el sol enrojeció sus blancas mejillas y transpiró su cabello  y entre juego y juego estalló en frenética risa.

Allá en la tardecita  su padre lo reclamó… Cristian, es hora de dejar de jugar y hacer los deberes… Quiso ponerse serio y tras un pequeño silencio respondió… ya los hice papá.

Dale, dale, agregó su padre, que no te he visto tocar nada. No respondió y siguió jugando, hasta el cansancio jugó, luego entro directo al baño y se duchó.

Se sentó a comer una merienda, apoyó la cabeza en la mesa y se quedó dormido, al otro día, mil excusas para emprender la mañana. Y llegó a la escuela y en la entrada, entre compañeros se saludaban.

Se adentró en sus cosas, las que a él le importaban y se rió una y otra vez. Fue

avanzando por el patio y entre bromas y comentarios de repente se sintió observado, alzo la vista y allí estaban, aquellos compañeros que lo golpeaban.

Todo cambió en un instante, su cuerpo se estremeció y se puso tenso, bajó la mirada y de su rostro, despareció la risa.

Llegó a su clase y se sentó en su banca, y mientras la maestra hablaba, la tapa de su cuaderno rayaba.

Sonó el timbre del recreo, se dirigió al baño y nuevamente, los encontró en la entrada. Se sintió mal y comenzó a vomitar, se hizo en la ropa y quedó allí, tirado en un rincón, mientras los compañeros  se burlaban.

Su madre lo fue a buscar y regresó  a su casa, quiso hablar con él, más él, no dijo nada……….

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A través del espejo http://ava.anamib.com/a-traves-del-espejo-2/ http://ava.anamib.com/a-traves-del-espejo-2/#comments Fri, 07 May 2010 13:50:27 +0000 http://ava.anamib.com.es/?p=457

Pasé del todo a la nada, de la gloria al infierno. De ser una gran profesional a ser la perfecta inútil. Pasé de las alabanzas y sanas envidias de la familia, de los amigos y amigas a sus frases compasivas y animosas. ¡Qué vergüenza!, me veía pequeñita, muy pequeñita y de trapo.

Durante años recibí la palmada en la espalda: si la empresa va bien a todos nos irá bien. Somos una gran familia… Hora me acordaba con rabia, de aquellas consignas, mil veces escuchadas y mil veces repetidas  a mis subordinados y a mis  subordinadas. Yo era la empresa, así lo creía. No  había otro yo posible que ser la representante de una importante multinacional. No había para mí más vida que la que marcaba la agenda de la empresa.   Trabajaba todas las horas del día y m´s que hubiera. Lo más triste es que me sentía identificada con aquella trampa mortal, con aquella gran mentira. La empresa no era mía, ni formaba parte de mi familia y cuando a la empresa le iba bien, a mi me iba mal y cuando a la empresa le fuese mal a mi me iría peor.  Un día me convertí en un estorbo. Me hice mayor, disimulaba las canas y mis hormonas andaban revolucionadas (esto fue uno de los rumores que se habían extendido). Se necesitaba gente joven más barata y yo, además de cara,  ya no encajaba en la política de la empresa. Todo lo que tiene cabeza puede ser decapitado y hay quien todo lo arregla así; cortando cabezas.

Pero, de todo esto me di cuenta cuando caí al  vacío. Un vacío negro en el que se sucedían las crisis de ansiedad, la angustia, el dolor físico, los vómitos, el insomnio,  la tristeza, el llanto… No sabía quién era, desde luego no era la misma de hacía unos meses o unas semanas y tampoco era la que sería al día siguiente. Fui cayendo por aquel agujero negro sin encontrar derechos a los que agarrarme para frenar la caída mortal. Estaba convencida que el derecho laboral me protegería.   Me encontré tarde con la realidad: somos el eslabón más débil de la cadena por mucho que nos intenten engañar. Por mucho que nos quieran confundir con nuestros agradecidos ascensos laborales y nuestros puestos de responsabilidad en la empresa. Hay quien, mientras yo me caía, me pidió pruebas, pruebas contundentes que demostrasen mi inocencia. Por fin, me estrellé contra el suelo. Intenté ponerme en pié cuanto antes porque sabía que si no lo hacía inmediatamente me quedaría allí para siempre. En cuanto conseguí mantener el equilibrio comencé a dar mis primeros pasos. Lo siguiente era redescubrir quien era yo. Sabía que era alta, morena y bien parecida… pero ¿Qué más? Había que empezar la búsqueda desde el principio.

Un día de primavera subí con mi madre al monte del Castro; mi pobre madre  presa del verdugo  alzheimer. Observé  el paisaje que había olvidado entre las prisas y las responsabilidades adultas:  las apacibles Islas Cíes alineadas  con el horizonte. Era el paisaje de mi infancia. Me sentí reconfortada pero, no pude impedir las lágrimas que me provocaron los recuerdos de la niñez… Mi madre me apretó la mano,  me miró clavando sus ojos en los míos y  me sonrió. Por un momento pensé en un milagro y con la voz dulce y aterciopelada, como yo la recordaba, me preguntó  ¿e ti, de quen  ves sendo? Y   volvió a perderse en el olvido. Éramos dos mujeres con sus cabezas separadas del tronco.

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