¿Te has parado a pensar un poco en ti y en todo lo que te ocurre?

¿Has podido identificar todos tus síntomas, todo tu malestar?

Es muy posible que no. Quizá resumas tu situación con unas pocas frases:

No me encuentro bien. Duermo mal. Estoy agobiado.

Sin embargo, esta descripción no es suficiente, y no lo es porque no la has analizado bien, a fondo, en cada faceta, todo lo que te está ocurriendo. Toma papel y lápiz y anota todo, absolutamente todo lo que te ocurre. Apunta si encuentras ansiedad en ti, si te sientes estresado, si tienes ahogos, si se te eriza el cabello, si te sonrojas, si tienes sobresaltos injustificados. ¿Te sientes aislado? Apúntalo. ¿Necesitas estar solo?, ¿Te apartan, te aíslan, te cierran las puertas, eres como invisible a los demás?… apúntalo todo.

Repasa tus síntomas físicos, ¿Tu corazón se acelera sin previo aviso, has perdido memoria? Es posible que haya aparecido una urticaria por tu piel y no le hayas dado importancia, o que tengas problemas gástricos o dolores abdominales, diarreas o contracturas en el cuello o espalda. Que te hayan aparecido infecciones que antes no tenías y que tardan en curar más de la cuenta. Puede que te sientas vigilante, expectante ante cualquier acontecimiento. También puede ser que tengas náuseas o vómitos, especialmente por la mañana, antes de ir a trabajar, o que aparezcan temblores en las manos, en las piernas quizá.

Analiza tu verdadera situación desde todos los puntos de vista, también el social. ¿Has perdido amigos? ¿Tienes problemas de pareja? ¿Estás irascible, agresivo en ocasiones?

No puedes ni debes negar la realidad. Haz un examen completo de todos tus síntomas, psíquicos, físicos y sociales. Es primordial que empieces a entender que todo tiene su porqué, su razón, su origen. Si no analizas bien y reconoces todos tus síntomas no podrás asumir tu situación y no podrás empezar a plantear las cosas como verdaderamente son, con la trascendencia que realmente están teniendo.

Cuando ya tengas la lista de todo, absolutamente todo lo que te ocurre, memorízala, acéptate tal y como te encuentras y hazte plenamente consciente de tu propia situación, de la realidad de tus síntomas.

Después, cuando ya no haga falta negarte a ti mismo tu verdadera situación, pide consulta a tu médico y cuando estés frente a él cuéntale todo lo que estás pasando, hasta los pequeños detalles. No olvides nada. No escatimes dramatismo para tu situación. Procura transmitir de la forma más completa posible todo lo que te ocurre, cada síntoma, cada enfermedad. Si no lo haces así, tu médico no podrá llegar a saber todo el daño que tienes y los efectos que está causando en ti. Finalmente no olvides explicarle cual es el origen de todo esto, tu situación laboral. Dile desde cuándo, en qué momento empezó todo, como se ha desarrollado. Y, si no te encuentras con fuerzas para seguir trabajando, pide que te de la baja laboral, acéptate tal y como estás ahora.

Negando tu situación, nada se resolverá.

Descubrirás que cuando transmites información es cuando las personas a tu alrededor pueden ayudarte. Si te niegas a ti mismo lo que realmente ocurre, ¿Cómo podrías transmitir a otros lo que padeces?

Ningún problema que no sea reconocido puede ser resuelto. Analízate, reconócete, asume tu situación y después pide ayuda, por este orden.

Si tu médico no entiende, no quiere ver todo tu problema en su verdadera dimensión, no lo dudes, cambia de médico y ve a otro que sea capaz de ver en ti a un paciente y no sólo unos síntomas. Si estando como estás, tu médico te dice usted lo que tiene no es un problema médico sino un problema legal llame a su abogado, sin dudarlo busca otro profesional que entienda que eres una persona con muchos problemas de salud, y no sólo un caso clínico más.

La ayuda llegará, de una u otra forma irá llegando.

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Reconoce la realidad, pide ayuda, y poco a poco la ayuda irá llegando desde muy diferentes lugares.