Cuantas veces, cada uno de nosotros tuvo la necesidad encontrar las palabras justas y necesarias para explicar tanto sufrimiento. Cuantas veces hicimos un esfuerzo enorme en hacer sentir en aquellos conocidos y próximos también, el dolor de una experiencia intransferible. Y nos quedamos perplejos y atónitos al no ser comprendidos y volvimos a casa con la carga a cuestas de la frustración y la negación ha aceptar, que nuestras vidas, habían cambiado.
Vaya si cuesta aceptarlo, y entonces no hubo un momento en nuestras mentes para buscar la forma para solucionar todo esto, y a riesgo de salir heridos, insistimos con los nuestros, porque sentimos que ya, no nos quedó nada. Y no nos alcanzaron las formas para matar a nuestros enemigos y no bastó la indiferencia, tampoco faltó una madrugada en que el sueño se cortó y caímos en la cuenta de un hecho no entendido en su momento o de cuantas personas estaban implicadas.
Vaya por Dios, si que cuesta hacerse la idea, que aquellos amigos que antes eran, ya no lo serán, que fuimos dejando cada uno de estos años en proyectos sin culminar , en tiempo sin disfrutar. Y nos volvimos pasatistas, pensando que alguien va a tocar a nuestras puerta y nos dirá… tiene usted razón. Y nos volvimos desconfiados, hasta de nosotros mismos, y entonces quedamos presos del dolor
Tampoco faltaron los momentos en que pensamos como serían las cosas si no hubiese pasado lo que sucedió, hasta que nuevamente fuimos absorbidos por el inexorable paso del tiempo, entonces el abismo se hizo cada vez más profundo y nos faltaron palabras para explicar, lo inexplicable.
Luego el cansancio nos agobió, el profundo cansancio de haber soportado tanto. Verdad que sí, que cuesta mucho hacerse la idea, aunque esta sea para hacer un cambio.