Querida María:

No sabes la ilusión que me ha dado contactar contigo… hace tanto tiempo. Pero no, no sólo es tiempo lo que ha pasado, al fin y al cabo veintidós años sólo son eso, años. Pero la sensación que tengo es que más que años, han pasado vidas, vidas enteras. Anoche, eran ya las tres de la madrugada ¿Recuerdas?, como otros días entré en el Chat sin saber en realidad porqué, buscando encontrar algo, algo que me despierte de la mala noche en que se ha convertido mi vida en los últimos tiempos, y fue allí donde te recuperé, donde sin pretenderlo te encontré de nuevo, donde me volvieron las sensaciones que creía ya olvidadas vividas juntos hace mucho. Gracias por haber producido este milagro estando todavía en mis recuerdos, en mis vivencias, por recordarme que los buenos ratos no fueron una ilusión, sino que existieron y fueron reales, y que aunque esta noche abandone este mundo que se me hace cada día más extraño, aquello tuyo y mío existió, y que la posibilidad de disfrutar de la vida y de la buena gente, aunque para mi hoy sea un privilegio perdido, existió, ahora sé que ese recuerdo podrá venir conmigo a cualquier lugar donde la vida o la muerte me lleve.

Después de tanto tiempo me gustaría poder decirte que me encuentras un poco más viejo pero el mismo, pero no. Soy inmensamente más viejo, no tengo apenas fuerzas para seguir. Dicen que tengo una depresión, esa palabra siempre oída y nunca comprendida, no sé si es eso lo que tengo, pero desde hace un tiempo ya largo una negrura por mi desconocida reina en mi interior. Todo se me ha vuelto del revés, aquellos principios e ilusiones por las que siempre luché hoy se han convertidos en inalcanzables, soy una constante frustración.

Todo empezó en mi trabajo, o con ocasión de él, no se muy bien… lo cierto es que sin ser consciente de haber hecho algo mal, todo lo que me rodea es negativo, injusto, todo es traición y sinsentido; algo he debido de hacer, pero sigo sin saber el qué, para que esto se este produciendo.

Gracias por darme la oportunidad de poder escribirte y sacar, apenas unos centímetros fuera mí, hasta el teclado de mi ordenador, toda esta amargura que me pesa.

Me hubiera gustado poder darte algo más positivo en la distancia, y ya ves, lo que me sale es esto. Me sale lo que hay en mí. Perdona, nunca te engañé y ahora no lo voy a hacer tampoco, como siempre te transmito lo que hay en mí.

En esta carta en la noche te mando un beso cargado de añoranza.

Juan.