¿Has llegado ya a esta pregunta?

Pues deberías, porque como todas las preguntas lleva ya en sí la mayor parte de la información de su respuesta.

¿Quién eres tú en realidad?

Antes, cuando todavía te identificabas con tu mundo laboral y tenías una imagen de ti mismo tan positiva, tan gratificante, cuando todo lo que le dabas a tu trabajo, todos tus esfuerzos, se veían recompensados con la gratificación de lo bien hecho, ¿eras tú? Esa persona activa, buen profesional, reconocida, segura de sí misma, convencida de estar en el lugar adecuado, ¿eras realmente tú?

O no era más que un personaje, un ropaje que llevabas cosido a tu verdadera persona. Porque, en realidad si lo piensas, aquella persona ahora lejana, no era más que la imagen que los demás te daban de ti mismo. Piénsalo. Todo a tu alrededor te devolvía una imagen buena, segura, adecuada. ¿No era un poco ese reconocimiento que veías en los demás por tu persona, el concepto que de ti mismo tenías?

Puede que contestes a esa pregunta diciendo: Sí, esa persona era la que yo era. Me sobraba la energía y tenía mucha capacidad porque hacía las cosas bien, estaba contento conmigo mismo y los demás reconocían mi coherencia, mi fuerza, mi integridad.

Fíjate bien: “tú te veías como esa persona”, pero verse “como esa persona” no significa exactamente ser esa persona.

Ahora, sin embargo, te ves de otra forma. Te ves vencido, sin recursos, abandonado, solo.

¿No será pues que en realidad eres esta otra persona, el fracasado, el incomprendido el necesitado? Ahora te ves así, ¿no es cierto?

Y sin embargo, piénsalo, en realidad ocurre lo mismo que ya ocurrió, que te ves con la imagen que de ti te transmiten los otros, sigues viendo una imagen, otra diferente, pero otra imagen de ti mismo. La diferencia es clara, esta ultima imagen de ti mismo no es agradable, no te gusta, no te refuerza; por eso dices “yo era el otro”, esto que veo ahora no soy yo.

Uno y otro, no son sino diferentes trajes, distintas vestiduras de ti. Por eso antes te veías de una manera y ahora te ves de otra. Pero fíjate, para verte, de una forma o de otra es necesario que alguien mire, y que alguien sea visto.  Hacen falta dos elementos, si tú eras en realidad en que te veías de aquella forma, y ahora eres el que te ves de otra distinta, ¿Quién es el que mira?

El que mira es el que realmente eres.

El ser que tiene la capacidad de observar, ese es el ser que eres en realidad. Estás confundiendo al observador con el observado, y el observado no es sino una imagen creada por tu entorno, por la información que de ti te proporcionan los demás. Pero tú eres mucho más. Tú ,eras tú ya antes de aquella lejana imagen tuya, y sigues siendo tú ahora, con una imagen tan diferente. Pero no eres ni aquella persona que entonces tanto te gratificaba ser, ni la otra que hoy te duele tanto contemplar. Tu verdadero ser, el que contempla una y otra, es quien eres en realidad.

Tu verdadero ser estuvo, está y estará siempre ahí, eres lo que eres, no lo que los demás te informen sobre ti. Lo que tú, que te observas, eres, no depende de ninguna imagen, tú ves, no eres visto, tú verdadera identidad no dependerá nunca de una imagen, de un reflejo.

Renuncia a toda imagen artificiosa de ti mismo. Por gratificante que sea la imagen que de ti te dan los demás no es más que eso, una reproducción, tan burda como la que te dan ahora, triste y dolida, tan diferente; y tan falsas las dos.

¡Pregúntatelo!

¿Quién eres en realidad?