La resiliencia hace referencia a la capacidad del ser humano para sobreponerse a la adversidad y superar períodos traumáticos o dolorosos adaptándose a nuevas circunstancias para lograr, finalmente, una profunda transformación que le conduzca a una vida más plena de sentido y significado.

    Resiliencia es atreverte a mirar en tu interior para tomar conciencia de los infinitos recursos que posees. Es afrontar las crisis y mirar de frente tu dolor. Es autodescubrimiento y plena realización de tu vasto potencial. Es permitirte brillar con toda la fuerza de tu ser y dejar que la luz de tu alma te guíe; es el canto único de tu singular melodía en este gran concierto del universo; es hacerte presente en la vida siendo quién tú eres; es hacer sonar el diapasón de tu alma afinando esa nota única que sólo tú puedes aportar a la vida aún cuando transites por circunstancias difíciles en las que sólo tu perseverancia en el esfuerzo por salir adelante te permitirá mantener tu meta fija en el horizonte.

    El crecimiento interior exige esa perseverancia y se asemeja en cierto modo al crecimiento de las plantas ya que requiere una buena siembra, un alimento adecuado y el mantenimiento de un riego constante. Además, exige un cierto desapego como hace cualquier agricultor cuando cultiva la tierra. Simplemente se trata de procurar las condiciones adecuadas para que la siembra germine, sin estar permanentemente controlando el proceso.

    Es cierto que, en circunstancias de dolor, el tiempo a veces se torna largo y resulta frustrante no percibir ningún resultado aparente o significativo.Así sucede con el bambú japonés el cual, una vez sembrado, no manifiesta ningún cambio durante los primeros meses. De hecho, no se observa ningún cambio durante el primer año, donde todavía no han germinado las semillas. Tampoco durante el segundo año, ni el tercero. Así, trascurridos los primeros cinco años, todavía no se vislumbra ningún crecimiento pareciendo que las semillas, simplemente, han resultado infértiles. Transcurre el sexto año y continúa sin manifestarse cambio alguno; sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas las semillas brotan con fuerza y el bambú japonés llega a alcanzar una altura superior a los ¡treinta metros!, algo sin duda sorprendente, ¿verdad?

    ¿Qué ocurrió entonces? ¿Podría decirse que creció en apenas unas semanas? No, ciertamente no fue así. Durante todos esos años, el bambú japonés creció hacia el interior de la tierra desarrollando un complejo sistema de raíces que sustentaron su posterior crecimiento y, aunque este no era visible ciertamente se estaba produciendo.

    Del mismo modo nos ocurre a las personas cuando un período de crisis amenaza nuestra estabilidad emocional interpelando profundamente nuestro equilibrio interno. Transcurre el tiempo y parece que nada ha cambiado, incluso, en ocasiones, manifestamos haber recaído de nuevo, como si ello supusiera un paso atrás pero, al igual que en el ejemplo del bambú japonés, si perseveramos en nuestro empeño por recuperar la salud y salir victoriosos de las crisis, aunque aún no acontezca el resultado que esperamos, ciertamente estaremos creciendo y este llegará. Mientras tanto, recuerda que, en tu interior, un complejo sistema de “raíces” aún más resistente que el que tenías antes, se está construyendo para salir fortalecido de aquello que te ha puesto a prueba.

    Persevera, pues, en tu empeño por recuperarte de tus crisis pues este esfuerzo constante unido a tu capacidad resiliente te conducirá a un bello renacer. A continuación te dejo con estas bellas palabras del escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano deseándote una feliz resiliencia:

    “Un hombre de la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo:somos un mar de fueguitos un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales, hay fuegos grandes, fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende”.

    Antonio de Fuertes
Psicólogo y Técnico Superior en PRL
anamib.ayuda@gmail.com